martes, 20 de noviembre de 2007

La estafa del sistema

El sistema capitalista y de libre mercado, moviéndose en una jungla donde el poder de la fuerza (el dinero) se impone a la fuerza de la razón (reparto equitativo de la riqueza) se pone de manifiesto con una fuerza intensísima cada cierto tiempo, aunque sus revelaciones no falten en el día a día, anestesiando con pan y circo a la ciudadanía, con unos gobernantes, se llamen como se llamen, mostrando sus incapacidades para proteger de las garras inmisericorde de los poderosos a la mayoría del pueblo.
No regulan de forma clara y contundente (por lo que parece) los requisitos necesarios para la concesión, por ejemplo, de las hipotecas, (cada entidad crediticia las ha concedido como mejor les ha venido en ganas, en cuanto a garantías, cantidades y tiempo) pero sí regulan con gran fuerza coercitiva el impago de éstas.
Hoy no encontramos a muchos conciudadanos con la imposibilidad de los pagos de éstas y la amenaza de la perdida de la vivienda y de todo lo abonado hasta el momento. Eso, como digo antes, muy bien previsto, pero ¿Por qué no actuaron cuando se concedían esas deudas a tan bajísimo interés y, a sabiendas que eso era “pan para hoy y hambre para mañana”? Son cosas de las que estaban al corriente el mínimo informado ¿dónde estaban los poderes públicos? O la barbaridad que suponen las hipotecas a cincuenta años.
Pero todo proviene de que, al fin y al cabo, los que nos gobiernan no son más que meros gestores del capital, puesto que, si otra cosa fuese, hubieran cortado de raíz, no solamente ese actuar pernicioso en los préstamos, sino también, el abuso salvaje que suponía las subidas astronómicas de una de las cosas más principales y necesarias para el ser humano como es la vivienda.
Como consecuencia de los polvos cuasi generalizado de rapiña en la construcción y precios de las viviendas, con el beneplácito de las leyes y la indiferencia de los políticos en el poder, son los lodos que ahora ahogan, como siempre a los más indefensos. “Nos gritan ¡que viene el lobo! y el lobo son ellos”.
Ese lobo de la recesión (otro capricho más del sistema) económica, dará bocado de la forma que sea, para no variar, al 80% de la población formada por los asalariados y los pensionistas. El 20% restante, y también como siempre, es seguro que de alguna manera sacarán tajada del asunto, dándose otro paso más en el ensanche de la brecha que separa a las clases sociales y el alejamiento en la cohesión social. La clase asalariada está donde estaba en los primero tiempos de las asociaciones obreras, al deseo del poder económico y de sus gestores, el poder político. La burguesía que en aquellos tiempos consiguió el logro del poder económico, demandó el poder político y lo obtuvo engañando al pueblo (ellos no son pueblo) con el señuelo de este sistema democrático.
Y la confirmación de que ambos poderes (económico y político) recaen en la misma clase, está en aquellos datos que nos dicen que el salario real medio ha bajado en los últimos 10 años un 4% pese al fuerte crecimiento económico. Pero los favores de ese crecimiento han ido en una única dirección; la clase dominante (y en un sistema capitalista no puede ser otra que el capital) que a través de sus variados métodos de representación, (bancario, empresarial o de simples intermediarios) han conseguido un 73% de beneficios.
También refuerza el hecho de la separación entre las clases sociales, aquel otro informe que nos refleja el dato de que la pobreza en esta sociedad capitalista (concretado en España) hoy, ha aumentado hasta alcanzar el 20% de la población que vive por debajo del umbral de la pobreza.
Sin un trabajo estable, una vivienda digna y unos salarios que permitan vivir (no vegetar) “lo llamativo es que aun hoy, existan trabajadores que sigan creyendo en el sistema y lo apoyen” No creo que a nadie le suenen estas palabras añejas, en todo caso, tan añejas como son los problemas señalados.
José Hidalgo de Castro, miembro de Foro Identidad
Artículo publicado en el diario El Faro el 17 de septiembre de 2007

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